Siempre ha sido común que los artistas plásticos utilicen
niños como modelos para su arte. Sean sus propios hijos o no, a final de
cuentas todos disponen y dejan al descubierto ese lado amoroso y cálido que se
necesita para plasmar la inocencia en un retrato infantil.
En mi vista por Japón fui a una exposición en la Mori Art
Center Gallery llamada: ‘Children on Canvas: The Bond Between Great Artists and
Their Offspring’. Había cerca de 90 retratos de niños hechos por 50 artistas
diferentes, entre ellos Henri Rousseau, Pierre-Auguste Renoir, Pablo Picasso y muchos
otros. Se realizó un trabajo excelso para compilar los mejores cuadros de los
mejores pintores de la historia que tuvieran un niño como protagonista. Todos
los retratos eran muy distintos entre ellos y algunos a simple vista gritaban
quién era su autor. Pero hubo un artista que llamo de manera especial mi
atención. No lo había visto antes. Se llama Tsuguharu Foujita nació en Tokio,
aunque más tarde se nacionalizó francés. Murió en el 68 y estuvo casado con Fernande
Barrey, una de las primeras modelos del siglo en atreverse a posar desnuda en
fotografías. Los cuadros de Foujita tienen un estilo muy peculiar. Me gustaron
porque lo sentí la mezcla perfecta entre naif y ese aire misterioso y oscuro
que dan los rostros imperfectos y medio deformes.
Por lo que leí, a Foujita lo relacionan mucho a la Escuela
de París; aunque a mi gusto tiene un estilo muy personal y bien definido.
Además, detrás de cada una de sus obras hay aplicación de técnicas de pintura
japonesa a temas y estilos occidentales. Una mezcla de dos mundos que no deja
de gritar Francia y Japón al mismo tiempo.
También le percibo rasgos impresionistas y de simbolismo. Me
agrada que le de más peso a las líneas que a los volúmenes. Es muy estético. Le
gusta simplificar y usar una paleta de colores tenue. Es bastante poético.
Conozcan su obra y opinen al respecto.
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