jueves, 7 de julio de 2016

Crónica de un matrimonio fallido


En general, ¿a cuántas bodas asistimos que sabemos perfectamente que terminarán en divorcio? Muchas. Aunque la puerta de la libertad y de las nuevas posibilidades se encuentra abierta, las personas están prefiriendo permanecer en su área de confort, --que en realidad es todo menos eso; es la crónica de una relación destinada al fracaso--.
Piensan que sí se aman; que han hallado todas las maravillas que implica compartir la vida con alguien; que estar en pareja es “algo indescriptible” que aunque se rodea de muchos pleitos y desacuerdos perdurará. Inocentes palomitas.

La historia de este tipo de noviazgos narra situaciones llenas de abusos, celos, poca confianza, falta de pasión, egoísmo e injusticias. Sin embargo continúan el trayecto hasta el altar pese a todos los focos rojos. ¿Será miedo?, ¿presión social?, ¿costumbre?, ¿creen que ése es su destino y lo aceptan con resignación?

Sean cuales sean las razones, el hecho es que nuestra generación está perdiendo mucho tiempo y energía en pleitos maritales y divorcios que parecen la mismísima antesala del infierno. La gran historia de amor falsa en poco tiempo se descubre y deja visible las malas decisiones que han tomado, en contra de todo lo advertido.

El que dijo la frase “nadie experimenta en cabeza ajena” era un genio. Es cierto. No importan cuánto nos esforcemos por hacerles ver la realidad a nuestros amigos, ellos solitos tienen que topar con pared.

El mayor problema de todos estos dimes y diretes es la pérdida de tiempo, el  esfuerzo, el desamor y la falta de fe que generará a futuro éste proceso en las personas afectadas. Tampoco olvidemos los miles de pesos que cuesta hacer una boda ostentosa; por supuesto es pagada por nuestros papás con tal de regalarnos “el día de nuestros sueños”, aunque sea con el “príncipe” equivocado. Pobres padres, pobres novios, pobres invitados.

--No sé si estarán de acuerdo conmigo, pero las bodas más divertidas ya no son las más caras. Cuando no hay amor de por medio la vibra cambia, se siente todo forzado y falso. Estan los novios bailando en la pista, todos sonríen, mientras que por nuestras mentes no para de pasar la idea de “qué gran error están cometiendo”. Por otro lado, las bodas más austeras, pero auténticas se disfrutan enormemente. Nos saben a honestidad, buenas vibras y amor. El festejar un matrimonio ahora se trata de sentir el cariño que se profesa ésa pareja. Algo que contagia, algo que nos llena de alegría. A nadie le importan los 49 regalitos y los 70 props--.

Ya después del gran bodorrio, algunas de las peores decisiones vienen de la mano con más malas decisiones: “no estamos funcionando, no hay conexión, tengamos un hijo; a lo mejor y eso arregla todo el pedo”. Una vez que nace el hijo y todo continúa igual: “tengamos otro hijo, a lo mejor y así se arregla el asunto”. Y la cosa no para. Dan vida a personitas no planeadas, seres que aunque amen con todo su corazón vienen a hacer su vida aún más complicada. Se les olvida que un divorcio sin hijos siempre será mucho más sencillo que uno en el que los vínculos de por vida ya son inevitables.

Y todo esto se lo debemos en gran parte a la cultura televisiva que tenemos. Idealizamos; creemos que el paso del tiempo viene con cambios positivos que transforman patanes en príncipes azules; que el amor lo puede todo y que solo es cuestión de fe para que todo mejore. Y no, eso jamás sucederá: el que es patán, patán continuará. El que es celoso, celoso continuará. El que es mujeriego, mujeriego seguirá. El que es mentiroso continuará convenciéndote de que estás loca. Y así por siempre, hasta el fin de los estereotipos chafas.

Yo les pregunto: ¿qué te falta para empoderarte, agarrarte los pantalones y salir corriendo? ¿Hasta dónde crees que vas a llegar? Visualiza tu futuro lleno de felicidad y plenitud. Pero felicidad de la buena, de esa que regala libertad, confianza y amor sin condiciones. Ponle alto al progreso de ésa relación que no tiene nada positivo más que la virtud de calmar tu miedo a estar sola.


Tú solita te metiste ahí, tú solita sácate…