Digamos que el museo Tamayo
además de montar distintas exposiciones que parten de diferentes artistas y
temas, también realiza en paralelo y una vez al año, un ensayo museográfico que
busca explicar las líneas de convergencia entre una corriente artística y otra.
Trazan a la perfección el proceso de desaparición de una época y el inicio de
otra. Logran que comprendas qué es lo que diferencia una de la otra; por qué lo
contemporáneo no es lo mismo que lo moderno y viceversa.
Rufino Tamayo no solo fue
uno de los artistas más importantes de la modernidad, sino que también era un
gran coleccionista. Gran parte de las obras que se muestran en este ensayo eran
parte de su acervo: Mark Rothko, René Magritte, Pablo Picasso y Isamu Noguchi.
Los cambios iniciaron a
suceder después de los noventas: el arte moderno comenzó a desaparecer y a
convertirse en arte contemporáneo. Las cosas eran más abstractas; la
justificación-idea del artista tenía más peso que la realización
manual-artesanal de la obras. No se requería talento, se requería visión y un
análisis profundo de algún tema en particular. La gente ahora quería más
mensaje y menos cuadros, lo que llevo al arte a nuevas exploraciones, nuevas
formas de pensamiento y nuevas ideas de convertir lo cotidiano en arte.
Lo que más me gustó de esta
exposición es que todo parte de mi arquitecto favorito: Félix Candela. Se basan
en un proyecto que hizo de investigación sobre la ciudad de México, --digamos
que han elegido todas las piezas participantes siempre y cuando éstas
estuvieran involucradas de cierto modo con la arquitectura--. Es muy
interesante. No se la pueden perder.
Hasta el 20 de octubre.
Quedan muy pocos días. Vayan.
Museo Rufino Tamayo.
Texto para el periódico MásPorMás. Léanme ahí todos los martes, jueves y viernes ;)
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