El 7 de noviembre de 2013 en
este mismo medio (periódico MásPorMás) publiqué una crítica a Casa Virginia a las pocas semanas de su
apertura. Mi reseña fue dura y honesta: el restaurante no me sorprendió ni
cumplió con mis expectativas. Así que durante años no volví a pararme por ahí.
Etiqueté a la chef Mónica Patiño como alguien que repite fórmula una y otra
vez. No logré percibirla como alguien novedosa y propositiva.
Casi dos años después, su
publirelacionista me llamó por teléfono y me dijo: “queremos que vengas de
nuevo a Casa Virginia y veas si mejoramos o empeoramos; nos arriesgamos a que
nos destruyas de nuevo con tu crítica o que te retractes de lo antes dicho”. Por supuesto acepté el reto. Me pareció un
acto de valor importante por parte de la chef exponerse a mi opinión de manera
pública nuevamente. Asumió las consecuencias de dicho ofrecimiento poniendo mi
paladar a prueba. El resultado fue este:
Encontré encantadora la casa
completa. Me parece que los espacios están muy bien pensados para todo tipo de
situaciones. La barra del bar para una larga plática con coctel en mano. Las
salas integradas y repartidas por todo el lugar por si hay lista de espera no
tener que aguardar en una simple silla callejera. Y los distintos salones
divididos entre ellos para una comida de fin de semana, con opción abierta para
rentar un área completa y hacer un evento privado. Cada sección tiene lo suyo.
Vi el lugar bastante evolucionado.
La carta de comida me
pareció multifacética y considerada; tiene propuestas de temporada y platillos
fijos. Encuentras desde unas tostadas deliciosas de aguacate y ceviche verde a
precios muy razonables, hasta cortes de carne que requieren más de 24 horas de
cocción y que rebasan los 400 pesos. Para comer rico aquí no necesitas gastarte
una fortuna, pero si tienes oportunidad de gastar un poco más creo que vale muchísimo
la pena probar sus especialidades. Yo comí el foie gras de hígado de ganso
orgánico de libre pastoreo con compota de higos al balsámico y entré en trance:
absolutamente delicioso. El puré de papa casero resultó una gran sorpresa, pues
es la guarnición más sencilla de todas, pero la más inolvidable: está en su
punto. También comí la sopa de alcachofa de Jerusalén, fue sutil, cremosa,
aromática y misteriosa: no fue fácil descifrar sus ingredientes. La avellana se
disfraza y da toques exóticos. Por último probé la crème brûlée de lavanda, que
es por mucho, la más rica que haya probado. Ése toque floral le da un sentido
poético a este postre inolvidable.
Casa Virginia resultó, paso
por paso, platillo por platillo, una grata sorpresa en todos los sentidos. Sí
mejoró, sí se transformó, sí cumplió con mis expectativas. El servicio es
impecable. Así que me retracto de lo antes dicho. Mi reseña anterior se realizó
a las dos semanas de apertura y comprendo que todo restaurante necesita por lo
menos un mes para arrancar y funcionar a la perfección.
Ahora, con seguridad me
atrevo a decir que Casa Virginia será de mis restaurantes favoritos. Mi
percepción de Mónica Patiño ha cambiado. Admiro su trabajo y no olvido el tan
agradable sabor de boca que dejó en mí.
Vayan y corrobórenlo por ustedes
mismos.
Texto para el periódico MásPorMás. Léanme ahí todos los martes y jueves ;)